“De las Ăºltimas Semanas Santas que he tenido, hay una especial que me trae la mĂ¡s gratas memorias por que es de las mĂ¡s recientes. Mi abuela se levantaba temprano a colocar las bolsas de pan blanco en una gran olla con leche de vaca entera. Lo hacĂa por la mañana mientras la mezcla para los tamales la preparĂ¡bamos en el fogĂ³n de afuera. A mi abuelo (QDDG) le fascinaba ir a la cocina por dos razones: una porque siempre pellizcaba de la carne de cerdo y de los chicharrones, y la otra porque pasaba a darle un beso a mi abuela en la frente y le decĂa: ‘Chila, por quĂ© me dejĂ¡s sĂ³lo en la pulperĂa?’, y eso que de la pulperĂa a la cocina solo hay como 20 metros de distancia! Justo en esos dĂas era cuando mĂ¡s mi abuela frecuentaba la cocina. Los aromas de la canela, el bullicio de mi hermanito y yo en la cocina molestando a la empleada de confianza, y ver a mis abuelos en esa semana convertĂa todo en magia.”
 All around the world, we find this recipe amongst the local cuisine, and everyone has their particular take on it. It seems only logical when you think of the elemental ingredients needed – eggs, milk, cinnamon, and bread – most especially the great alternative use for old, stale bread! It’s the ultimate in exploitation cooking, taking advantage of something that would otherwise be thrown out, and instead making a delicious warming dessert from it. Who doesn’t love it? Our own version is a little bit dryer than the norm, which shifted the name of this dessert from the well-known ‘pudding’ to – redundantly said – ‘bread’. Deliciously sweet and a favorite to everyone at home, it’s made even sweeter by drizzling it with a bit of honey or adding caramelized sugar to the baking pan!